lunes, 6 de julio de 2009

Cambio de chaqueta

Lo siento querido Blogger: fue bonito mientras duró, pero me paso a Wordpress que mola mucho más. El blog sigue aquí con todos los contenidos de éste y muchas cosas nuevas.

Nos vemos.

lunes, 15 de junio de 2009

Kansas - Leftoverture


Esta misma tarde, tras escuchar Leftoverture de Kansas, me dije a mí mismo: "voy a abrir una entrada de blog sobre este disco". ¿Y por qué? Porque es un disco cojonudo, ni más ni menos. Nunca está de más homenajear con unas pocas palabras esta pequeña maravilla.

Kansas es una banda curiosa, pues camina un poco entre dos aguas, y es frecuente e injustamente despreciada por los seguidores del rock progresivo, al considerarla una fábrica de hits comerciales y AOR. Todo el mundo ha escuchado alguna vez Dust in the Wind o Carry On Wayward Son, sus dos canciones más famosas (y grandes temas, por otra parte); pero son muchos menos quienes conocen su faceta como banda absolutamente puntera en el rock sinfónico y progresivo, así como su indiscutible influencia en dicho ámbito.


¡Pintacas! Hay que joderse... los musicazos que se esconden
tras ese aspecto de piltrafillas

Leftoverture, su cuarto álbum publicado en 1976, es para muchos su mejor trabajo, y no voy a ser yo quien ponga la nota discordante ante tal aseveración. Es más, se trata, personalmente, de uno de mis discos favoritos de esa década, así como del rock progresivo e incluso del rock en general.

Mi primer contacto con Kansas fue tardío, y ocurrió de forma bastante típica en mí: tirando del hilo de las influencias de un grupo que me gustaba muchísimo por entonces, y me sigue gustando, aunque algo menos: Symphony X. Siempre aprecié sobremanera la faceta más sinfónica suya: cosas como Accolade, Communion and the Oracle, Candlelight Fantasia... temas realmente deliciosos. El caso es que me cantó un pajarito al oído que esas canciones no existirían sin la influencia de Kansas, y raudo y veloz me dispuse a comprobarlo. Qué gran verdad: la construcción de los temas, las melodías, el uso de los instrumentos, incluso la voz; todo, todo podía identificarse inequívocamente con estos primerizos Kansas.


El mago de las cuerdas vocales: Steve Walsh

Evidemente todos esos factores jugaban a mi favor para disfrutar de esta banda, pero hay que mencionar uno, importantísimo, que merece capítulo aparte: la voz. Una de las cosas que menos me gustan del rock progresivo -por otra parte, uno de mis géneros preferidos de la música en general- es el habitual bajo nivel de los vocalistas, sobre todo en comparación con la habitual solvencia instrumental de este tipo de agrupaciones. Afortunamente, Steve Walsh -también teclista- escapa por completo de esta regla general al ser dueño de una voz excepcional, con cuerpo, buena técnica, un timbre tremendamente agradable, y reforzada por excelentes líneas vocales y unas cuidadas armonías. Todo un gustazo escuchar a este hombre, especialmente en temas como The Wall, una de las estrellas de Leftoverture.


Ya están viejunos, pero se lo siguen pasando pipa, y
partiendo la pana

Otro tema a destacar, dentro del muy alto nivel del disco, es Magnum Opus, en este caso mayoritariamente instrumental y, como de su título se puede deducir, el más largo, progresivo y ambicioso. Seguramente sería el que eligiera para convencer a todos aquellos progheads escépticos de que la capacidad compositiva de Kansas va mucho más allá de sus hits melódicos. Hits, no obstante, que también poseen una asombrosa calidad musical, como es el caso del mismo Carry On Wayward Son, encargado de abrir el disco con los inconfundibles coros y esos riffs que siempre me han parecido tan Dream Theater (quienes les rinden merecido tributo en una de las versiones que aparecen en su álbum A Change of Seasons).


Con una música tan brillante y vital como la suya es normal que
pongan esas caras. A mí me ocurre igual cuando los escucho.

Merece también la pena mencionar el interesante y variado trabajo de teclados del que se encargan tanto Walsh como el guitarrista Kerry Livgren, sea Hammond o diversos sonidos solistas que se entrelazan frenéticamente con las guitarras y base rítmica, así como el toque preciosista del violín de Robby Steinhardt.

Si os apetece escuchar algo que aúna momentos desenfadados y hasta divertidos con una técnica y una musicalidad impecable, Leftoverture es vuestro disco.

miércoles, 3 de junio de 2009

¿Los audiófilos somos de fiar?


Yo creo que sí, y voy a tratar de convenceros de que así es. Pero, ¿qué demonios es un audiófilo?

Podría decirse que audiófilo es todo aquel obsesionado con la tecnología en relación a la escucha de música, que se estruja el cerebro y el bolsillo buscando la mejor calidad posible en los reproductores de sonido, así como tratando de conseguir la ubicación perfecta en la sala de escuchas para su disfrute óptimo. Esto lleva a veces a hacer de un salón o habitación un antro de uso casi exclusivo para uso del melómano en cuestión, con las consecuencias lógicas: juramentos en arameo si suena el teléfono durante la sesión de escucha, insultos a familiares y/o amigos que cometen la insensatez de adentrarse en el lugar y, lo que es peor, llegar a dirigir la palabra al oyente y repetir si éste no reacciona, faltas constantes de puntualidad en citas y/o trabajo por ser incapaz de interrumpir la escucha de una canción o disco concretos, etc.

Vale, no es muy convincente, pero qué coño, primero la música y luego el resto del mundo, ¿no? Si no entiendes esto, no sé qué haces entrando aquí.

Chorradas aparte, el párrafo anterior sirve como introducción improvisada al tema del que me gustaría hablar hoy, algo muy extendido en el cine, pero no tanto en la música: el sonido surround o envolvente, generalmente en formato 5.1.




Hace algo más de un año que decidí invertir parte de mis ahorros en la compra de uno de estos sistemas de sonido 5.1, pues en mi colección de discos se iban acumulando unos pocos trabajos que, en su edición limitada, incluían un DVD con dicha mezcla. La pregunta es sencilla: ¿merece la pena gastarse unos cientos de euros en esto?

En mi opinión depende básicamente de tres factores: la forma de entender la música, las condiciones de escucha, y el espacio disponible. Si sois de los que os gustan las producciones cuidadas y, como mínimo, medianamente sofisticadas, tenéis tiempo y ganas de sentaros de vez en cuando a escuchar sin hacer ninguna otra cosa, como si viéseis una película, y disponéis de una habitación o salón susceptible de instalar uno de estos equipos (básicamente en cuanto a la colocación de los altavoces de acuerdo con alguna de las imágenes anteriores), no os arrepentiréis. Hay determinados discos que duele escuchar en estéreo tras haberlos experimentado en surround, pues el sistema de dos altavoces impide apreciar gran parte de los matices.



Steven Wilson gafapasteando en su estudio

Es el caso, por ejemplo, de la música de Steven Wilson. No es mi intención ni mucho menos ponerme a hablar en esta ocasión de la obra de este geniecillo, pero es imposible dejarle de lado si queremos discutir sobre las bondades de las mezclas en 5.1, pues es quizá el gran gurú del tema en la actualidad, reconocido de forma unánime como uno de los mejores ingenieros de sonido al respecto.

Como él mismo afirma, su música está pensada y enfocada, desde el mismísimo proceso de composición, a explotar las posibilidades del sonido envolvente, y éste es el único modo de disfrutarla al 100%. Es imposible estar en desacuerdo con él una vez comprobado. Quienes le conozcáis sabréis perfectamente que su música es rica en diversos arreglos y efectos, y su manera de repartir los distintos elementos por los altavoces es magistral. Hacer buenas mezclas en 5.1 es muy difícil, pues hay que ser muy cauto a la hora de repartir la salida de los sonidos, y al mismo tiempo ser lo suficientemente atrevido como para sorprender al oyente y marcar la diferencia con el estéreo.


Insurgentes: el álbum mejor mezclado en surround que he escuchado

La oferta actual de trabajos discográficos publicados en 5.1 es cada día más amplia. Los principales factores a la hora de valorar su adquisición son el formato del mismo, en función de la compatibilidad con el reproductor, que puede variar entre DVD-Audio (DVD-A) y Super Audio CD (SACD), el género musical (cuanto más sofisticado y rico en arreglos, más ganará) y la calidad de la mezcla, algo que se puede adivinar conociendo el autor de la misma y leyendo reseñas. En este sentido es muy recomendable visitar el foro de la web Quadraphonic Quad, donde se analizan con gran rigor (en inglés) todo tipo de publicaciones en este formato, utilizando encuestas y demás para un rápido juicio de valor.

Dicho esto, paso a analizar muy brevemente los discos que poseo mezclados en 5.1:

Dream Theater - Systematic Chaos: aunque peca notablemente de la infame loudness war, es una excelente mezcla. Particularmente emotivo es escuchar el tema Repentance con todas las voces y susurros surgiendo de los altavoces traseros en la parte final del mismo. Hay que tener en cuenta que el ser humano reacciona con cierta incomodidad y suspense ante los sonidos procedentes de detrás, siendo esto muy efectivo para dar un toque cinematográfico y dramático a la música. También es un festín para los fans de Mike Portnoy y sus virguerías percusivas, que rodean al oyente cual si estuviese sentado en las propias rodillas del entrañable Miguelito.

Katatonia - The Great Cold Distance: esta mezcla tiene un fallo importante, y es que el altavoz central, generalmente utilizado para las voces e instrumentos solistas, no está aprovechado en absoluto, siendo en la práctica una mezcla 4.1. Aún así, es escuchar las armonías vocales de estribillos como el de My Twin y rendirse ante la superioridad sobre el estéreo.

No-Man - Schoolyard Ghosts: viniendo de Steven Wilson no hay mucho que decir. Perfecta, una maravilla de dinamismo y sutileza a la hora de repartir los sonidos alrededor del oyente.

Opeth - Ghost Reveries: una lástima lo de esta mezcla. Es básicamente un estéreo repartido de forma equitativa por todos los altavoces, sin dinamismo alguno. Mejor escucharlo en estéreo, que suena fantástico, porque el surround no merece la pena en este caso. El álbum se presta a ello, pero la mezcla no está a la altura.

Opeth - Still Life: bastante buena. Excelente uso del altavoz frontal, con la voz de Akerfeldt y sus solos de guitarra sonando absolutamente cristalinos, y buen efecto "muro de sonido" en los pasajes cañeros. Gran sonido de acústicas, cual si el propio Mikael estuviese tocando en tu habitación. Buen dinamismo en cuanto a efectos de producción y diversos juegos y armonías vocales.

Opeth - Watershed: mezcla muy similar a la de Still Life.

Porcupine Tree - Stupid Dream, Lightbulb Sun y Fear of a Blank Planet: como en el caso de No-Man, espectaculares. Nadie sabe explotar mejor las posibilidades de este formato que nuestro gafitas favorito.


A Night at the Opera: otra excelente muestra de las bondades
del surround


Queen - A Night at the Opera: exceptuando las de Steven Wilson, la mejor mezcla envolvente que he escuchado. Todos esos juegos vocales de Queen estaban pidiendo a gritos sonar de esta forma.

Steven Wilson - Insurgentes: sublime. Los muros de sonido en las partes más noise/industriales envuelven al oyente de manera inimaginable.

Symphony X - Paradise Lost: me gustaría infinitamente más tener un disco como V en surround, más sinfónico y rico en instrumentación que aquél. Pero no está nada mal, y los pasajes con teclados ambientales y arreglos corales adquieren una nueva dimensión, sonando realmente enormes.


Espero ir aumentando mi colección poco a poco. ¿Alguien más se anima a empezar?

viernes, 24 de abril de 2009

Dibujando círculos


En tres semanas tendremos a los holandeses Textures en nuestro país, con ni más ni menos que 5 fechas repartidas por la península al módico precio de 8 € por concierto. Yo no podré ir a verlos, con lo cual lo suyo sería que los demás se jodan y tampoco los vean. Pero como soy un buen tipo, voy a tratar de convenceros de que no debéis perderos a estas gentes, hablando de un disco que me fascinó a primera escucha y sigue haciéndolo hoy en día, ya tres años después de su salida.

Drawing Circles, segundo álbum de Textures, es, en pocas palabras, una clase magistral de cómo hacer metal moderno y vanguardista. Ellos afirman literalmente que les gusta hacer "música que haga sangrar nuestros oídos". Y sí, poseen el suficiente nivel de agresividad y locura sónica como para conseguirlo, pero también saben cómo curar nuestros dañados tímpanos con algunos pasajes de una belleza sencillamente sobrecogedora. Siempre me ha gustado definirlos como "un improbable Meshuggah meets Anathema" y realmente creo que consiguen aunar buena parte de las cualidades de enfoques musicales tan dispares sin sonar dispersos ni incoherentes.




El mérito de Drawing Circles reside precisamente en eso: se trata de un álbum de contrastes, pero homogéneo. Complejo y a la vez asequible. Hiriente y suave al mismo tiempo. Son muchos los adjetivos que pueden utilizarse, pero por encima de todo es un trabajo de una calidad asombrosa. Eric Kalsbeek, el pirado que vocifera en la imagen bajo estas líneas, es todo un maestro a la hora de alternar registros hardcoretas con voces limpias y logradísimas armonías vocales. El segundo tema, Regenesis, constituye una estupenda muestra de ello.



Quienes disfruten con los polirritmos de Meshuggah encontrarán aquí una considerable dosis de metal tocado con precisión quirúrgica, pero no son menos destacables los momentos ambientales como por ejemplo Upwards, una de las canciones más preciosistas y envolventes que recuerdo. Es cerrar los ojos y sentir el suave balanceo de las olas del mar haciéndose poco a poco más notorio hasta alcanzar el clímax. Un buen bálsamo ante la auténtica tormenta de riffs que nos ofrecen temas como Millstone, cuyo pasaje instrumental intermedio es descomunal, digno de unos Meshuggah versioneando a The Dillinger Escape Plan. Otros como Touching the Absolute o Denying Gravity consiguen un buen balance entre ambos extremos.

La producción es simplemente perfecta para este tipo de música. Cristalina y con mucha pegada, enfatizando la técnica de estos tipos y sin saturar. Incluso el bajo es perfectamente audible, algo no tan frecuente en estos estilos. Es verdaderamente curiosa la sensación de relajación y hasta paz interior (sí, como lo oís) que me deja la escucha de este disco. A pesar de la predominancia del componente agresivo y metálico, la calidad melódica es tan grande que acaba dejando una huella mayor.




Aunque no he tenido la oportunidad de asistir a un concierto suyo, las referencias de quienes sí lo han hecho no podrían ser mejores. Recuerdo cuando estuve viendo a los ingleses To-Mera y, charlando con su guitarrista tras el concierto, me comentó que Textures era "la banda más precisa que había visto tocando en directo, sin perder un ápice de intensidad", y no se cansaba de repetirme lo impresionado que quedó con el batería. Yo no podré comprobarlo esta vez, pero espero que quienes tengáis la oportunidad y las ganas no os lo penséis. Promete ser el evento con mejor relación calidad/precio del año.

martes, 21 de abril de 2009

Repasando las reglas del infierno


No hace falta excusa alguna para escuchar a Black Sabbath pero, con motivo de la inminente salida del álbum de Heaven & Hell, más la reciente publicación de la caja recopilatoria que vemos sobre estas líneas, parece un momento idóneo para repasar algunos de los discos básicos para cualquier amante del hard rock y el metal en general.

Concretamente esta caja titulada The Rules of Hell agrupa, remasterizados, todos los trabajos del grupo con Dio como vocalista, esto es: Heaven and Hell, Mob Rules, Dehumanizer y el directo Live Evil.



Lo cierto es que para Black Sabbath, que se encontraban en horas bajas a finales de los 70 tras la marcha del cantante original Ozzy Osbourne, la llegada de Ronnie James Dio, ya consagrado como una de las mejores voces del rock con su trabajo en Rainbow, fue una bendición. Con sonido e inspiración renovadas vio la luz el álbum Heaven and Hell en 1980, en el que Black Sabbath redefinieron el heavy metal presumiblemente creado por ellos mismos con un enfoque más elegante y melódico, más "light" por así decirlo, perdiendo en gran parte esa oscuridad y pesadez de sus inicios que tanto influirían al doom metal.

Nada más escuchar los primeros segundos de Neon Knights quedaba patente lo acertado de la inclusión de Dio en el grupo, con esas inolvidables melodías vocales. Hay variedad para todos los gustos... la épica Children of the Sea, con su preciosa introducción acústica, el pegajoso toque rockero de Lady Evil, la maestría a la hora de crear riffs a medio tiempo por parte de Tony Iommi en la propia Heaven and Hell... todos los temas tienen su identidad y contribuyen a conformar un disco redondo, perfecto en su género. No me gustaría dejar de lado la labor del gran Geezer Butler, uno de los pocos bajistas de heavy metal capaces de sellar la impronta de su inconfundible estilo, aportando mucho más que un mero apoyo de graves a las guitarras.



El listón estaba tan alto que no pudieron superarlo un año después con Mob Rules, disco que en muchos aspectos seguía la estela de Heaven and Hell (con cambio de batería: Vinnie Apice sustituyendo a Bill Ward) pero fallaba en lo más importante: las composiciones. De forma relativa, claro está; en realidad su único lastre es la comparación con el anterior álbum, pues en sí mismo es más que disfrutable. En particular destacaría la épica y extensa The Sign of the Southern Cross, donde la voz majestuosa de Dio se desenvuelve como pez en el agua, y el aire rockero a lo Led Zeppelin de Slipping Away.

Poco más tarde reflejarían sus giras en el directo Live Evil, el cual no he escuchado nunca. No soy particularmente aficionado a los discos en vivo, aunque seguramente éste tenga bastante interés por comprobar cómo interpreta Dio algunas canciones de la era Ozzy.

Dio dejó la banda para comenzar su carrera en solitario, llevándose consigo a Vinnie Apice, pero sólo iba a ser un punto y aparte en este capítulo de Black Sabbath. En 1992, y tras varios excelentes trabajos con el vocalista Tony Martin, la formación de Mob Rules se reunió, dando como fruto un álbum titulado Dehumanizer.



Con Dehumanizer Black Sabbath se desmarcaron del estilo predominante en los otros dos discos en pos de un sonido claramente más pesado y oscuro, con muchos temas a medio tiempo, más próximos al doom metal. La voz de Dio se tornó más agresiva y rasgada, con menos matices que antaño. Aunque hubo muchas críticas por la aparente falta de ese brillo y frescura, así como por cierta irregularidad en cuanto a la calidad de las canciones, personalmente me gusta mucho. Se percibe por momentos cierta monotonía y melodías un tanto apagadas y lineales, pero temas como Computer God o Master of Insanity poseen el suficiente gancho como para ser recordados entre toda la discografía del grupo, y los demás no desmerecen.

Algo tienen Black Sabbath y en concreto esta trilogía de discos para fascinar de este modo a alguien como yo, tan poco afín en líneas generales al heavy metal de corte clásico...